martes, 19 de junio de 2012

Pensar que no puedes tocar el horizonte hasta que, encima de él, ves que sólo hay precipicio. Un punto sin final. Puede que hasta seguido. La grieta del asfalto ya no guarda los años. Te despiertas de la maldita coma, renglón a parte y a soñar con otro horizonte.
Y el costumbrismo arraiga dentro un imán tractor de aquello que no llena, transforma ese habitante del hueco sin más ruído que tic-tac del tiempo hueco. Luego te muestra lo que es arder, el fuego que come los cimientos... recuerdas que no hay agua sin nubes, vacío sin sentimiento...
Yo estoy entero. Si hablo de calor, quemo las naves y te digo que no te espero, que mejor te tengo.

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