viernes, 2 de noviembre de 2012

Ensayo del febril clamor popular

De la sátiva en la sátira onírica de la lírica perdida en la bebida. En el fondo del vaso estrellado tu nombre, mi garganta, el nudo de la razón, al que el embudo desdeñó junto al destino raquítico de promesas... entre tus piernas, de tríptico de viaje al "monumento libertad" con escala blanca en el Bronx.

De no dirimir la negada necesitad de la humedad. De falta de intensidad en la humildad pegada al carmín maltrecho, que por cumplir sueños de papel "maché" con acabado al recuerdo de Benjamin Franklin en el susodicho intento de resistir el frío del corazón en invierno acabaron por perderse entre capullos del mar en primavera y sal con pimienta en las heridas de la conciencia.

Y entre cosechas de odio a la eternidad instantánea, al pequeño momento de infarto y el clamor genital encontraremos la respuesta a la luz del despecho. Y, cuando por culpa de unas mentes obscenamente atrapadas en el básico tiento del onanísmo ególatra, más allá de la mera carne o cualquier coincidencia, habrá llegado la humadidad a perder la virginidad mental del prejuicio moral al miedo desconocido, a lo desconocido o al propio y simple miedo.
Los besos que saben mejor en las despedidas. Lágrimas que no son tan amargas en tiempos de reválida.
Los sueños, que al golpe del portazo del alma los siguieron las puntadas sin hilo del triste destino del mar en calma.
Las miradas que callan matando, que mueren esperando, que siguen bailando...
Los días, que saben a vino amargo, a jabón de Marsella en tiempos de guerra. A olvido pendenciero de trinchera vacía, de nido sin orquesta, del cieno patrón de mis vistas al cielo.
A cama sin miedo, a lecho en invierno de fuego eterno. A infierno sin saliva, con rencor de vidas vacías...



Al final del tiempo cuando los dedos publican el tiento de mis huesos en tu desenfreno.