martes, 18 de diciembre de 2012

Confesiones, vol. 1

Se que a veces no cuido los sueños como debería. Pero por sonrisa se perdieron tantos intentos que me resulta inútil luchar con una lágrima más, por lo que un día el mar se quedó pequeño.
Se que también me equivoqué en mi propio error, de nombre común y crítica hipócrita, al dejar que mi corazón se desvelase por un breve lapso sin futuro en el que cuanto más me mentía, más pobre me sabía.

No se cuanto pasará hasta que la bella daga de su boca, borracha de licores y tibia de emociones ponga fin a tanta cicatriz marcada por el destierro.
No se cuanto más soportará mi alma resquebrajada, enferma y anonadada por el siempre eterno invento del tiempo.

Este, que la entierra poco a poco bajo un lecho de tormento, vacío, pena y desconsuelo, parte de nuevo de un absurdo menos cero para que, al final, se derrame otro vaso medio lleno con tanto querer incierto.

Yo, que nunca quise medir la libertad, que no me ahogan las banderas ni la tierra;
que mi mente dueña del aire, hecha del instante,
donde vive de la felicidad momentánea,
de crear la pura magia...

Yo que no tengo barreras ni fronteras, ni pasos en la carretera si no son para un viaje a ciegas,
me hallo preso hasta el fin de mis días, de los mismos ojos que un día, como hombre me enseñaron que el amor que yo quería me atormentaría hasta el fin de mis días.

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