sábado, 12 de mayo de 2012

La crónica de una muerte anunciada se escribe cuando asesina la primavera el poco hielo que aún derrite mis pasos. Por eso echaré de menos el calor del invierno. Las hojas caídas de esos glaciares inmensos en los que no nadar, para no descubrir como morir al intentar llegar serán un buen punto de partida para no fracasar.

Deja de llorar otoño, que te quemas al sucederse el viento en el tiempo.
Que masticas un sentimiento aún más hambriento, de penas sin alimento, de malos alivios y extensos pagarés en cheques de escarcha y barro. Que lo de llevar efectivo encima nunca dio resultado a quien esconde su alma en fe de incidencias.

Porque si las pierde la caja negra avisa: yo no levanto acta de otro réquiem de corazón marchito.

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